Gelves, 23 de marzo de 2012

Parece que hay muchas personas confundidas. Bueno, siempre las hubo y siempre las habrá. Que el amor es libre, parece no ser reconocido por éstas personas. En realidad no pueden hacerlo porque ellas mismas no lo son. Están limitadas y aferradas a un sentimiento que parece que es, pero que queda muy lejos de lo que representa el verdadero amor.

Son personas buscadoras. Buscadoras de verdades a medias y sin dolor. Ese dolor que aparece cuando salta la alarma de: ¿Me dejara de amar? Y viven y mueren en esa vivencia que nada tiene que ver con la primera premisa de tan destacado y necesario sentimiento: el respeto hacia uno mismo.

La esclavitud hace mucho que se abolió en la mayoría de los lugares…pero continúa en sus corazones. Continúan enganchados a las personas que creen amarla o por lo menos le confieren estabilidad. Estabilidad económica, familiar… ¿emocional? No. Se debaten en continuos trueques y chantajes emocionales, a veces, ni tan siquiera conscientes. Dejándolos en cueros vivos ante la desolación de saberse no amados o correspondidos. Pero no pasa nada. Nada. Mañana amanecerá de nuevo y los rayos de sol volverán a inundar tu habitación como símbolo de fuerza y esperanza de que, quizás hoy me refiera una sonrisa…Pero no. ¿Acaso creen que la vida puede apoyarles en tan tremendo despropósito de desamor?

¿Y por qué continúan? ¿Por qué no reaccionan ante el dolor de la indiferencia y la falta de respeto?

Quizás, porque la cuestión está en que jamás ellas o ellos se respetaron y no saben reconocer esa carencia en el otro…

Algún día, el cansancio por no sentirse amados, les dará la fuerza suficiente para mirar de frente, el reflejo de su propia falta de amor hacia ellos mismos, y entonces, decidirán comenzar a amarse.

El desafío parece tener sus dificultades, y les invade el miedo. Miedo al abandono, a sentirse sólo, sóla, a que se den cuenta de que esa forma de amar no existe, porque es incompatible con tan divino nombre. Pero es tanto miedo… que prefieren seguir jugando a las casitas, a ser princesas que sueñan con su príncipe azul. A ser caballeros que defienden su hogar de ellos mismos. Que siguen llorando en las películas de amor porque ¡cuánto darían ellas, ellos por ser los protagosnistas de esa peli que acaba bien! Y no se paran a pensar que lo son. Son protagonistas de su propia vida y además guionistas al mismo tiempo. Aunque para eso tendrían que, al menos, reconocer que son importantes, y ese es otro asunto…Por eso, ese desamor no comenzó con esa pareja, no, empezó mucho antes.

¿Se acordarán? Todo comenzó una mañana o una tarde o una noche en la que tuvieron que elegir entre lo que nos definía como personas o dejar pasar la ocasión. Y que otros tomaran la iniciativa por ellos…Sí, aquella tarde en el parque, o en la cocina de su casa; cuando se rompió algo dentro de ellos y que por ser más jóven, no sé cómo de jóven, no pudieron identificar con el abandono de uno mismo, de una misma, sino con un dolor que les acongojaba el alma, el corazón y que desde aquel momento decidieron, no volver a sentir por nada en el mundo. Haciendo de aquel acontecimiento un muro impenetrable delante de ellos, para que las siguientes ocasiones que intuyeran que se avecinaba tal dolor, lo combatieran con la mejor de las justificaciones hacia el otro, hacia ellos mismos, y pudieran seguir caminando de la mano de…

Y tantas veces prendieron la mano de alguien que les azotó sus sentimientos y que decidieron comprender, que aun estando bien, se olvidaron de ellos, de ellas mismas.

No nos preocupemos, la vida insiste, y lo hace tantas veces como haga falta. Tantas veces como necesite él o ella, darse cuenta de lo poquito que se ha querido, que nos queremos. Y lo hace poniéndonos espejos, espejos mágicos dónde mirar nuestra falta de amor hacia nosotros mismos, nosotras mismas. Y duele, claro que duele, tanto como aquella primera vez… ¿decidirán ésta vez continuar o comenzar a amar-se? Quizás si deciden lo segundo, aparezca alguien donde poderse mirar en esa nueva realidad.

Con todo mi amor a mis amigas y amigos. A nadie en concreto y a cada uno de ellos en particular, porque al igual que yo, saben que la clave está en amarse.

María José Carretero Escudero.